“Honduras es un diamante bien escondido, lo que nos permite vivir aquí no como un extranjero o turista, sino verlo y apreciarlo en su totalidad, conectándose realmente con su cultura”, describe Jean-Philippe Gélinas, quien da la impresión de haber ganado la lotería cuando eligió mudarse a Centroamérica..
El joven quebequense estudió horticultura antes de descubrir la cooperación internacional. Quiso involucrarse. Desde 2016, de pasante a voluntario, ha evolucionado en la organización, llegando a ser representante de SUCO. Actualmente administra todos los programas en Honduras.
“Después de haber degustado, ya no quería hacer otra cosa”, explica con entusiasmo. Me di cuenta de las posibles oportunidades profesionales y me abrí camino. Desarrollé una verdadera pasión. SUCO tiene un enfoque muy humano. No vamos a ofrecer equipos agrícolas para luego irnos. Hay un proceso de acompañamiento local, trabajamos con la comunidad y luego nos retiramos cuando el proyecto está en marcha”. El representante es la persona de contacto de la organización en el país y es responsable de la administración de las y los voluntarios, las asociaciones y de las entidades financiadoras.
Su gran sentido de pertenencia también está asociado a su familia: se enamoró y ahora es el padre de Jeannine-Sophia, una niña de tres años. Su mayor orgullo es cuando logra cambiar la percepción de la gente acerca de su país adoptivo..
“La mayoría de las y los voluntarios lloran en el aeropuerto cuando parten. No desean irse, mientras que, con frecuencia, Honduras no era su primera opción”, confiesa con una sonrisa. Me aseguro de darlo todo a fin que aprovechen al máximo su experiencia y que digamos juntos: ¡misión cumplida!” Jean-Philippe Gélinas – Voluntario, SUCO Honduras
Proyectos a pesar de las dificultades
Además de la pandemia, Honduras fue golpeada por dos huracanes en noviembre. Algunos lo perdieron todo. Se ha creado un programa para reactivar la producción rural con semillas. Se ha puesto en marcha otro proyecto de empoderamiento de las mujeres indígenas lenca. Se ha montado una planta de procesamiento de alimentos a fin de optimizar la producción artesanal, desde frijoles rojos hasta confitería e incluso vinos vendidos en tiendas.
“Trabajar en un proyecto en el que tú crees, es un privilegio. Sí, los desafíos son numerosos, nuestro celular nunca está apagado, pero nos adaptamos y trabajamos bajo la tormenta. Colaboramos con pequeñas y medianas ONG, todo el mundo te conoce, desde la directora hasta la persona que acaba de llegar. Hay una bella cercanía entre la gente, sientes que eres parte del equipo, es gratificante”, indica quien ha echado raíces en el país.
Este artículo fue producido con el apoyo financiero del gobierno de Canadá a través de Affaires mondiales Canada.