SABIDURÍA ALIMENTARIA: “MISKY MIKUY, SE COME RICO”

Texto: Haydeé Marroquín, colaboradora transversal de comunicación.
Fotografías: Marcial Vargas

Rosa Tarazona Espinoza es un ejemplo inspirador de cómo la agricultura urbana puede transformar vidas y comunidades. Desde su infancia en los nevados de Yungay, aprendió el valor de la tierra y la importancia de trabajar en armonía con la naturaleza.
Su traslado al valle de Lurín no solo representó un cambio de paisaje, sino también una oportunidad para aplicar sus conocimientos en un entorno urbano.

Cambio climático y condiciones laborales para las mujeres

Antes, las estaciones eran predecibles y los cultivos florecían a su tiempo, brindando sustento y estabilidad económica en el Valle de Lurín.
Sin embargo, con la intensificación de las heladas, los cultivos que antes prosperaron ahora enfrentan la amenaza de ser arrasados por los climas extremos. Esta transformación no solo afecta la producción agrícola, sino que altera la vida diaria de las familias, imponiendo nuevos desafíos en términos de seguridad alimentaria y económica.


Rosa, antes de enfrentar las dificultades climáticas como productora, comenta que trabajaba en la industria textil, dejando a su hijo recién nacido al cuidado de otra persona mientras ella buscaba el sustento diario.
Un día, su hijo enfermó gravemente y, sin nadie más que pudiera ayudarla, Rosa abandonó su turno de trabajo para correr al hospital. En lugar de mostrar empatía, su jefe le cerró las puertas cuando más lo necesitaba, obligándola a elegir entre su familia y su trabajo, una decisión injusta que muchas personas enfrentan a diario.
Este testimonio refleja la vulnerabilidad de quienes laboran en condiciones precarias, sin el apoyo necesario.

IDMA y SUCO : una nueva oportunidad

Con una sonrisa, Rosa recuerda el día en que IDMA y SUCO llegaron a su comunidad. La introducción de prácticas sostenibles de agricultura transformó no solo su manera de cultivar, sino también su vida.
Antes de su llegada, el conocimiento sobre cómo trabajar la tierra de forma eficiente y respetuosa con el medio ambiente era limitado. Gracias al apoyo y capacitación, Rosa pudo desarrollar la crianza de animales y establecer su propio huerto, que ahora florece con una variedad de frutas y verduras.


Aprender a producir abono orgánico, gracias a la cooperante voluntaria Lucy Bernard de SUCO, fue un paso crucial, pues mejoró la fertilidad del suelo y redujo la dependencia de productos químicos. Esta mejora no solo impactó la salud de su familia, sino que también fortaleció el sentido de comunidad, al compartir conocimientos y productos con sus vecinos.


En un escenario donde muchas personas enfrentan la falta de recursos básicos como agua y electricidad, Rosa ha demostrado que la educación y la capacitación son herramientas poderosas para superar las adversidades. A pesar de las limitaciones económicas, su compromiso con el aprendizaje y la autosuficiencia ha sido clave para su éxito.

Nace “Misky Mikuy”

En Perú, donde el costo de la canasta básica es considerable y la seguridad alimentaria es un desafío constante, las habilidades adquiridas por Rosa, como la cría de animales menores y la producción de abono orgánico, no solo le han permitido ser más autosuficiente, sino también impactar positivamente en su comunidad, promoviendo la cooperación y el intercambio de conocimientos.


A pesar de las dificultades iniciales y la falta de ventas en las ferias, Rosa nunca se dejó vencer por el desánimo. Cada jornada era una lucha, cargando sus productos con la esperanza de un mejor mañana, aprendiendo y adaptándose a las necesidades del público. Poco a poco, su negocio comenzó a florecer, demostrando que la resiliencia puede convertir los desafíos en oportunidades.


Cuando todo parecía encaminarse, llegó la pandemia de COVID-19, poniendo a prueba nuevamente su fortaleza. En medio de tantas pérdidas, Rosa tomó una decisión crucial: crear su olla común “Misky Mikuy”. Hoy, esta iniciativa alimenta a más de 70 personas de su comunidad.


Según el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS), existen más de 2,500 ollas comunes registradas oficialmente en Perú. Aunque estas iniciativas no resuelven completamente el problema de la desnutrición, son un paso importante hacia la seguridad alimentaria en el país.

El rol de la cooperación en la soberanía alimentaria

El apoyo de los y las cooperantes de SUCO y de los técnicos de IDMA, que comenzó hace muchos años en la comunidad de Rosa, ha sido fundamental para fortalecer las capacidades locales, especialmente en la agricultura urbana.


Gracias a esta colaboración constante, hoy se implementan prácticas sostenibles que han mejorado la seguridad alimentaria y la autosuficiencia de muchas familias, además de contribuir a la creación de espacios verdes y respetuosos con el medio ambiente en zonas urbanas y peri urbanas.
Historias como la de Rosa Tarazona son un claro reflejo de cómo ese apoyo inicial ha dado frutos, permitiendo que, con solidaridad, esfuerzo colectivo y voluntad de compartir lo aprendido, se generen cambios profundos y duraderos en la comunidad.
El impacto del trabajo colaborativo no se mide solo por lo que se logra hoy, sino por la esperanza y las oportunidades que continúan sembrándose para el futuro.


Es una invitación a seguir apostando por la cooperación, el fortalecimiento de capacidades y el cuidado de nuestro entorno, porque solo juntos y juntas podemos construir un mundo más justo y sostenible.


Escucha el episodio completo en nuestro canal de Spotify: «Voces Protagonistas del Cambio».

AMC

Este proyecto ha sido posible gracias al apoyo financiero de Global Affairs Canada